Para todos los días
† Por la Señal de la Santa Cruz…
Acto de Contrición
Señor Jesucristo, que de Creador has venido a hacerte hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así morir por mis pecados, te pido perdón por todas las ofensas cometidas contra tu Sacratísimo Corazón y te suplico la gracia de alcanzar un crecido e intenso dolor y lágrimas de mis muchos pecados. Amén.
Oración a San Ignacio
Glorioso San Ignacio, que nos diste ejemplo admirable de cumplimiento de la voluntad de Dios, y nos has dejado los santos Ejercicios Espirituales como una herramienta valiosísima para ordenar nuestra vida según el beneplácito divino, te pedimos que intercedas por nosotros y nos alcances la gracia de poder vencer nuestros afectos desordenados y así en todo amar y servir a su divina majestad. Amén.
Cuarto día: San Ignacio y la confianza en Dios
“Toda su cosa era tener a solo Dios por refugio” (Aut. n.35), así respondía san Ignacio cuando le instaban una y otra vez a no embarcarse solo hacia Italia y luego a Jerusalén; y lo explicaba así:
“Él deseaba tener tres virtudes: caridad y fe y esperanza; y llevando un compañero, cuando tuviese hambre esperaría ayuda dél; y cuando cayese, que le ayudaría a levantar; y así también se confiara dél y le tendría afición por estos respectos; y que esta confianza y afición y esperanza la quería tener en solo Dios. Y esto, que decía desta manera, lo sentía así en su corazón. Y con estos pensamientos él tenía deseos de embarcarse, no solamente solo, mas sin ninguna provisión”. (ibid.)
Así fue que no dejó nada por hacer en su abandono total en Dios, viviendo la prudencia sobrenatural -la que estamos llamados todos a vivir- con una indiferencia absoluta de todo, como por ejemplo aquella vez que “le viene a nuestro peregrino una grave enfermedad de calenturas” (43) y “preguntaron los de casa al médico si podría embarcarse para Jerusalén, y el médico dijo que, para allá ser sepultado, bien se podría embarcar; mas él se embarcó y partió aquel día”.
No es de extrañarse que el Señor protegiera de una manera especial, hasta con casi milagros, a alguien que así confiaba y esperaba en Él.
Esta grandísima confianza le quitaba todo miedo, ¡cuánto para aprender para el hombre de hoy! Habiendo ya regresado de Tierra Santa “llegado a Barcelona todos los que le conocían le disuadieron la pasada a Francia por las grandes guerras que había, contándole ejemplos muy particulares, hasta decirle que en asadores metian a los españoles; más nunca tuvo ningún modo de temor” (72).
Prudente y eficaz como pocos fue nuestro Santo en poner medios humanos para alcanzar el éxito de sus santas empresas, entre los cuales se cuenta las buenas influencias de personas importantes que tanto le estimaban y veneraban. Pero estos medios humanos no le impedían en absoluto tener toda su confianza en Dios:
“Un día un bienhechor nuestro pareció darse por sentido de que no se hubiera hecho más caso de su influencia. Ignacio contestó que ya hacía más de treinta años que Dios le había enseñado el poner todos los medios humanos; pero la esperanza dejarla toda entera para Dios Nuestro Señor; que si él quería ser uno de estos medios, de muy buen grado lo tomaría; pero que entendiese que ni en él, ni en otra persona, descansaría nunca su confianza, sino solamente en Dios”. (Casanovas, p. 340)
Y aun con peligro de extendernos en este día un poco más de lo habitual, terminemos con un precioso texto de San Francisco Javier, que nos habla del empeño que hay que poner para alcanzar la verdadera confianza:
“Casi siempre llevo delante de mis ojos y entendimiento lo que muchas veces oí decir a nuestro bienaventurado P. Ignacio: que los de nuestra Compañía habían de ser, que debían mucho trabajar por se vencer, y lanzar de sí todos los temores que impiden a los hombres tener fe, esperanza y confianza en Dios, tomando medios para eso. Y aunque toda fe, esperanza y confianza sea don de Dios; dala el Señor a quien le place; pero comúnmente a aquellos que se esfuerzan, venciéndose a sí mismos, tomando medios para eso. Mucha diferencia hay del que confía en Dios tomando todo lo necesario, al que confía en Dios sin tener ninguna cosa, privándose de lo necesario, pudiéndolo tener, por más imitar a Cristo: y así por semejante, mucha diferencia hay de los que tienen fe, esperanza y confianza en Dios, cuando por su amor y servicio, de voluntad se ponen en peligros casi evidentes de muerte, pudiéndolos evitar, si quisiesen, pues queda en su libertad dejarlos o tomarlos” (Carta 82)
Que San Ignacio nos ayude a poder evadirnos de un mundo que, por haber olvidado a Dios y su Hijo, Nuestro Señor, nada sabe de confianza y vive esclavo del miedo, sobre todo del miedo a la muerte, ya que el Hijo de Dios se encarnó para “librar a aquellos que por el temor de la muerte estaban toda la vida sujetos a servidumbre” (Heb 2,15).
Petición de la novena
(aquí se hace la petición que se quiere alcanzar en esta novena por intercesión de San Ignacio)
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
Oración final
San Ignacio, que has sabido poner en Dios tu confianza sirviéndole en todo de manera heroica, concédenos la gracia de que por la fe, la esperanza y la caridad, podamos entregarnos totalmente al plan que el Señor tiene para nuestra vida. Amén.
Letanías a San Ignacio
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