¿Qué son los Ejercicios?

El mundo moderno está llevando un ritmo cada vez más acelerado, un ritmo frenético que debilita al hombre para poder enfrentar las contrariedades que encuentra en su día a día, impidiéndole ver claro su fin. Convencidos de lo provechoso que es dedicar un tiempo de nuestra vida a la oración y al retiro, le invitamos a hacer Ejercicios Espirituales según el método de San Ignacio de Loyola, no como un “retiro más”, sino como un género propio que debido a su particular método destaca de entre estos, por lo que ha sido ampliamente recomendado por la Iglesia. 

Para entender mejor estos Ejercicios Espirituales, veamos la respuesta a tres preguntas…

El autor de los Ejercicios Espirituales fue
San Ignacio de Loyola

Fundador de la Compañía de Jesús, una de las más grandes órdenes religiosas que ha otorgado a la Iglesia innumerables frutos, y del que Lord Macaulay, un protestante, llegó a decir “es el hombre que más ha influido en nuestros tiempos dentro de la Iglesia[1].

Anteriormente conocido como Íñigo de Loyola, hombre de éxito en la corte del Rey de España, estratega de su tiempo, Íñigo es herido en una batalla y durante su convalecencia se convierte, y reflexiona sobre el efecto que tienen sobre sí mismo los diferentes pensamientos que él mismo tiene. Abandona su vida acomodada, se desplaza a Manresa y aún siendo laico, redacta allí la mayor parte de su Libro de los Ejercicios, como método práctico para “ordenar la vida según la voluntad de Dios”, donde recopila de forma ordenada una serie de temas a meditar junto con indicaciones prácticas sobre cómo hacer esas meditaciones, que antes había realizado él mismo.

El P. Polanco dice que en Manresa, Dios “enseñó” a Ignacio los ejercicios[2]. San Ignacio mismo en su Autobiografía, hablando en general de las grandes consolaciones e ilustraciones sobrenaturales tenidas en Manresa, escribe que “en este tiempo le trataba Dios de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño, enseñándole…”[3].

“Exercicios spirituales para vencer a si mismo y ordenar su vida”

S. Ignacio en todo el libro de los Ejercicios solo busca que el hombre se esfuerce en ordenar su propia vida según el proyecto de Dios, es decir, en buscar su propia santidad. El P. Casanovas, gran comentador de este método ignaciano, afirmaba que san Ignacio con los Ejercicios nos ofrece “un método práctico para saber vivir la santidad en su grado más perfecto, enseña la santidad pura y total, sacándola de la doctrina y de los ejemplos de Nuestro Señor Jesucristo…”[4]

Y puesto que a la santidad está llamado todo Cristiano[5], se presupone que, quien dedica un tiempo al retiro y a la oración, ha decidido seriamente seguir este deseo que Dios tiene para todos. Para lo cual es indispensable librarse de toda “afección desordenada”, es decir, de todos aquellos amores que no están ordenados a Dios como fin, pues es muy difícil conocer y hacer la voluntad de Dios si uno no está dispuesto a renunciar a la suya propia en todo aquello que ésta tenga de malo o desordenado.

Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio consisten en una combinación de pláticas y meditaciones en clima de oración, durante las que este conocer y querer cumplir la voluntad de Dios, llevará al ejercitante a planificar su vida y a tomar decisiones importantes de acuerdo al beneplácito divino. Por este motivo es que no pocos haciendo Ejercicios Espirituales, llegan a conocer y a seguir la voluntad de Dios respecto de su vocación. De aquí que, si bien el discernimiento de la vocación no es el fin principal de los Ejercicios, sin embargo son un método, me atrevo a decir casi infalible, de discernimiento vocacional para quien busque a Dios con rectitud de corazón.

Para lograr el fin que persiguen los Ejercicios, tan fundamental como el empeño del ejercitante, es la fidelidad que el predicador tenga a las directivas trazadas por San Ignacio en su pequeño librito. Decía Pablo VI al respecto: “De los variados laudables métodos para conducir retiros de laicos, el método basado en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola es, desde su aprobación por el Papa Paulo III en 1548, el más ampliamente usado. Sin embargo, los directores de retiros, nunca deben dejar de profundizar en su comprensión de las riquezas doctrinales y espirituales del texto ignaciano.

“ (…) Sería un error diluir los Ejercicios del retiro con innovaciones que (…) reducirían la eficacia de un retiro cerrado. Estas actividades, como dinámicas de grupo, discusiones religiosas y seminarios sobre sociología religiosa, tienen su lugar en la Iglesia, pero ese lugar no está en un retiro cerrado, en el cual el alma, a solas con Dios, generosamente se abre al encuentro con El y es maravillosamente fortalecida e iluminada»[6]

La influencia de los Ejercicios en la Iglesia y la historia

En el año 1548 el duque de Gandía, Francisco de Borja, presenta al Pontífice Paulo III una petición singular: la aprobación pontificia del librito de los Ejercicios Espirituales ,escritos por el fundador de la orden de los Jesuitas, que el mismo Papa había aprobado ocho años antes: “Habiendo examinado dichos Ejercicios y oído también testimonios y relaciones favorables […], hemos comprobado que dichos Ejercicios están llenos de piedad y santidad, y son y serán muy útiles para el progreso espiritual de los fieles. Además, no podemos por menos de reconocer que Ignacio y la Compañía por él fundada van recogiendo frutos abundantes de bien en toda la Iglesia; y de ello mucho mérito hay que atribuir a los Ejercicios Espirituales. Por ello […] exhortamos a los fieles de ambos sexos, en todos las partes del mundo, a que se valgan de los beneficios de estos Ejercicios y se dejen plasmar por ellos[7].

San Francisco de Sales, muerto en 1622, decía que el libro ignaciano había ya operado más conversiones que letras contiene, ¡qué se debería decir el día de hoy, al cabo de cinco siglos, en los que no ha cesado de producir “grandes frutos de santidad”[8]

De Causette dijo: “Los Ejercicios son uno de los libros más venerables salidos de manos de hombres porque si la Imitación de Cristo ha enjugado más lágrimas, los Ejercicios han producido más conversiones y más santos[9], algo que puede corroborarse echando un vistazo a las canonizaciones de estos últimos siglos. Comenzando por el patrono de las misiones, San Francisco Javier, quien se convirtió oyendo los Ejercicios de boca del mismo San Ignacio, son innumerables los santos que se han valido de este método: Alonso Rodríguez, Francisco de Borja, Isaac Jogues, Juan del Castillo, Luis Gonzaga, Pablo Miki, Roberto Belarmino, Roque González; beatos: Alberto Hurtado, Miguel Agustín Pro, José de Anchieta.

Pablo VI al respecto de los Ejercicios dijo en 1965 “Sabemos que la predicación más eficaz es precisamente la de los Ejercicios Espirituales (…) Debemos difundir esta fuente de salvación y de energía espiritual, debemos hacerla accesible a todas las categorías”.

El libro de los Ejercicios ha adquirido una difusión que apenas se da en otra obra ascética. Solo o acompañado de comentarios se ha publicado más de 4.800 veces y se ha traducido a más de 19 lenguas, entre ellas al azteca, danés, malgache, tamul, vasco. Y a mediados del siglo pasado se podía calcular un mínimo de cuatro millones de ejemplares editados.

Sin embargo, lo que le ha dado renombre universal y carta de ciudadanía dentro de la Iglesia no ha sido tanto el volumen escrito cuanto la práctica continuada del método descrito en sus páginas. Para poner un ejemplo, en 1949, según una estadística de la Congregación de Religiosos, los que practicaron alguna clase de ejercitaciones o misiones siguiendo este método, bajo la dirección de religiosos, fueron 7.030.141. Y se sabe que los sacerdotes seculares también habían dirigido ese año gran cantidad de tandas. Hasta Mons Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares (España) ha tenido a bien crear en 2020 una Escuela Diocesana de Ejercicios Espirituales, como instrumento al servicio de la evangelización para enseñar a sacerdotes, religiosos consagrados y laicos en dar a conocer y dar Ejercicios según el método de San Ignacio de Loyola.

Estos datos, necesariamente imperfectos, dan sólo una idea de la extensión que ha adquirido el influjo de ese pequeño librito. Pero es necesario hacer notar que su verdadera acción se realiza más bien en sentido de profundidad. Es una revolución interna la que obra en cada alma. Su repercusión más íntima escapa a la historia, al control de los datos.

El mismo papa Juan Pablo II, hablando de los Ejercicios: “Espero que (…) sacerdotes, religiosos y laicos continúen siendo fieles a esta experiencia y le den incremento: hago esta invitación a todos los que buscan sinceramente la verdad. La escuela de los Ejercicios Espirituales sea siempre un remedio eficaz para el mal del hombre moderno arrastrado por el torbellino de las vicisitudes humanas a vivir fuera de sí, excesivamente absorbido por las cosas exteriores; sea fragua de hombres nuevos, de cristianos auténticos, de apóstoles comprometidos. Es el deseo que confío a la intercesión de la Virgen, la contemplativa por excelencia, la maestra sabia de los Ejercicios Espirituales[10].

[1] P. Leonardo Castellani, Homilía de la fiesta de San Ignacio (31 de julio). 
[2] Sumario n.23, Monumenta Histórica S.I., Fontes narr. I p. 163. Las mismas palabras “haber enseñado Dios” usó el P. Ribadeneira en Madrid en 1595 (MHSI, Script. I 159).
[3] Autobiografía n.27; MHSI Fontes narr. I p.400.
[4] Casanovas, Comentario y Explanación de los Ejercicios., vol.1 p. 29.35.
[5] “Todos los fieles cristianos, por tanto, están invitados y obligados a procurar conseguir la santidad y perfección de su propio estado” CVII, Constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium”n.42.
[6] Pablo VI, Carta al Card. Cushing, 25 de julio de 1969.
[7] Pastoralis Officii, 31 de julio de 1548.
[8] Palabras de Pío XI en la encíclica Mens nostra, 20 de diciembre de 1929. C. Marín, Enchiridion p.461.
[9] De Causette, Mélages oratoires I p.455.
[10] Angelus del 16/12/1979, en L’Ossevatore Romano, ed. española, 23/12/1979.