Para todos los días
† Por la Señal de la Santa Cruz…
Acto de Contrición
Señor Jesucristo, que de Creador has venido a hacerte hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así morir por mis pecados, te pido perdón por todas las ofensas cometidas contra tu Sacratísimo Corazón y te suplico la gracia de alcanzar un crecido e intenso dolor y lágrimas de mis muchos pecados. Amén.
Oración a San Ignacio
Glorioso San Ignacio, que nos diste ejemplo admirable de cumplimiento de la voluntad de Dios, y nos has dejado los santos Ejercicios Espirituales como una herramienta valiosísima para ordenar nuestra vida según el beneplácito divino, te pedimos que intercedas por nosotros y nos alcances la gracia de poder vencer nuestros afectos desordenados y así en todo amar y servir a su divina majestad. Amén.
Séptimo día: San Ignacio el místico
No podemos dudar que en el camino de santidad de San Ignacio hubo mucho de ascesis, es decir, de renuncia, de sacrificio abnegado; el “agere contra” (“hacer la contra”) a toda inclinación torcida y a toda tentación el demonio fue una constante en su camino de santidad.
Pero también hubo en él, y quizás con mayor evidencia aún, vida mística, es decir, aquellas virtudes y modos de obrar “a lo divino”, bajo el impulso de los dones del Espíritu Santo -a lo cual estamos todos llamados- y también fenómenos místicos extraordinarios, propios de un santo de su talla y elegido por Dios para una misión tan importante y particular en bien de toda la Iglesia.
Ya en su convalecencia en Loyola por medio de una visión recibió la gracia de la pureza triunfal: “Estando una noche despierto, vido claramente una imagen de nuestra Señora con el santo Niño Jesús, con cuya vista por espacio notable recibió consolación muy excesiva, y quedó con tanto asco de toda la vida pasada; y especialmente de cosas de carne, que le parecía habérsele quitado del ánima todas las especies que antes tenía en ella pintadas. Así desde aquella hora hasta el Agosto de 53 que esto se escribe, nunca más tuvo ni un mínimo consenso en cosas de carne” (Aut. n.10).
Estando en Manresa le sucedía algo que quizás no lleguemos a entender todo lo que implica: “Le trataba Dios -afirma- de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño, enseñándole” (n.27 y ss.), y luego de asegurar la certeza que tiene al respecto, declara que “algo de esto -es decir ¡hay mucho más!- se puede ver por los cinco puntos siguientes”, y cada uno de esos cinco puntos son de una densidad espiritual y mística que, hay que señalar de nuevo, se nos puede escurrir de las manos.
En el primer punto hace mención de un conocimiento y devoción tan elevado a la Santísima Trinidad que puede tratar con cada una de las Divinas Personas distintamente y hablar de ellas -a veces sin poder contenerse- “y esto con muchas comparaciones, y muy diversas, y con mucho gozo y consolación”, y hasta comenzó a escribir un libro sin tener aún estudio teológico alguno. Se ha afirmado repetidamente que la mística de San Ignacio es preferentemente trinitaria.
El segundo punto nos da noticia de cómo se le reveló el misterio de la creación:“se le representó en el entendimiento con grande alegría espiritual el modo con que Dios había criado el mundo” y nos aclara que no puede darnos conocimiento de lo que entendió, diciendo, “mas estas cosas ni las sabía explicar”.
Sobre la Eucaristía versa el tercer punto: estando en la iglesia de los dominicos, al elevar el sacerdote el Cuerpo de Nuestro Señor “lo que él vió con el entendimiento claramente fue ver cómo estaba en aquel santísimo sacramento Jesu Cristo nuestro Señor”.
El cuarto punto trata de las numerosas y prolongadas apariciones de Nuestro Señor, que ya mencionamos en los días pasados de la novena. “Estas cosas que ha visto le confirmaron entonces, y le dieron tanta confirmación siempre de la fe, que muchas veces ha pensado consigo: si no huviese Escriptura que nos enseñase estas cosas de la fe, él se determinaría a morir por ellas, solamente por lo que ha visto”.
Como quinto punto nos relata la llamada Eximia ilustración del Cardoner de la cual depende en gran parte la composición de los Ejercicios y la misma Compañía de Jesús. “Recibió -nos comenta- una grande claridad en el entendimiento; de manera que en todo el discurso de su vida, hasta pasados sesenta y dos años, coligiendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas ha sabido, aunque las ayunte todas en uno, no le parece haber alcanzado tanto, como de aquella vez sola. Y esto fue en tanta manera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parescía como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto, que tenía antes”.
La brevedad de una novena no permite extendernos pero no podemos terminar sin mencionar el don de lágrimas, expresión de consuelos divinos muy profundos. El P. Laínez comenta de San Ignacio: “Es tan tierno en lágrimas de cosas eternas y abstractas, que me decía que comúnmente seis o siete veces al día lloraba”. El papa Paulo III le había dispensado de recitar el Breviario por las muchas lágrimas que derramaba, con la consiguiente enfermedad de los ojos. En su Diario íntimo anota la efusión de lágrimas hasta unas 175 veces en los primeros cuarenta días, incluso algunas veces van acompañadas de “sollozos”. No se da “ejemplo equivalente en la literatura espiritual católica” (J. de Guibert). Las lágrimas del peregrino nos presentan un hecho que sobrepasa todos los análisis que no cuenten con la luz de la fe. Sin embargo, con la ayuda de esta luz, podemos percibir “una vivencia sabrosamente sentida de la última comunicación de Dios a su alma… el eco de la voz de Dios… el rebosar del desbordamiento producido por la catarata de dones particulares” (I. Iparraguirre). El P. Gonçalvez de Cámara nos ha conservado esta nota íntima: “Solía tener el Padre tantas lágrimas continuamente, que, cuando en la misa no lloraba tres veces, teníase por desconsolado. El médico le mandó que no llorase, y así lo tomó por obediencia. Y así tomándolo por obediencia, como suele estas cosas, tiene agora mucha más consolación sin llorar, de lo que antes tenía”.
Que tales dones recibidos por él nos hagan aumentar en la esperanza de recibir los que el Señor tiene preparados para nosotros, si somos fieles a su voluntad.
Petición de la novena
(aquí se hace la petición que se quiere alcanzar en esta novena por intercesión de San Ignacio)
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
Oración final
San Ignacio, que habiendo dejado todo por Cristo llegaste a gozar la infinita suavidad y dulzura de la divinidad, concédenos que haciendo contra nuestra propia sensualidad y contra nuestro propio amor carnal y mundano, lleguemos a unirnos de tal manera con Nuestro Señor, que podamos alegrarnos y gozarnos internamente de la gloria de su resurrección. Amén.
Letanías a San Ignacio
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