Hizo Ejercicios Espirituales y ahora dedica todo el tiempo que puede a difundirlos, haciendo posible que muchos otros lleguen a esta gran experiencia renovadora. Le pedimos que diera un testimonio por Zoom a una comunidad católica que lo había solicitado y escribió esto como “borrador”; creemos que vale la pena publicarlo. ¡Gracias Myriam!

 

En este 31 de Julio, festividad de san Ignacio, el Señor me regala la oportunidad de compartir con ustedes el gran descubrimiento que fueron para mi los Ejercicios Espirituales, explicando un poco lo que son y lo que han supuesto para mi.

En primer lugar, les doy las gracias de antemano por la atención, y les advierto que soy de natural parlanchina y más aún con lo que me gusta…como es el caso.

Aunque suene a repetición, creo que ya otras personas les han indicado que hay un “antes” y sobre todo un “después” de los Ejercicios Espirituales Ignacianos, y el adjetivo “Ignacianos” no es un adorno.  Cuando hablamos de Ejercicios Espirituales según el método de san Ignacio (en adelante los referiré simplemente como Ejercicios) no hablamos de pasar unos días en retiro, con la compañía de un sacerdote o religioso, que en silencio nos da charlas formativas sobre temática religiosa. Es decir, no se trata de un seminario al que asistimos como oyentes y en cierta medida “pasivos”.

En el caso de los Ejercicios hablamos de un entrenamiento en el que el Ejercitante, o bien participa activamente y podemos decir que se “ejercita”, o bien diremos que no ha hecho los Ejercicios. 

Ni mucho menos hablamos de algo “complicado” o “reservado” para los religiosos. Es verdad que ellos deben hacerlos cada año, e incluso cada 10 años deben hacer lo que se llaman “Ejercicios típicos de mes”, que son 30 días en retiro. Pero si los cristianos conociéramos estos santos Ejercicios un poco mejor, nos auto-obligaríamos igualmente.   Igual que uno se alimenta bien, en lugar de tomar “comida basura”, si conociéramos mejor los Ejercicios, los buscaríamos para recibir ese alimento espiritual.  Además, hay que recordar que san Ignacio escribió el grueso de los Ejercicios siendo laico, cuando se había convertido pero aún no se había ordenado sacerdote. El breve libro de los Ejercicios Espirituales es el manual de un laico que busca la santidad (¡y que la alcanzó!), en el que nos indica el camino para que todos podamos también llegar a ser santos.

Me presento, me llamo Myriam, tengo 54 años, estoy casada y tengo dos hijos de veintitantos. Por gracia de Dios nací en una familia católica, y teóricamente no me alejé de la Iglesia nunca. Obviamente los recuerdos de la niñez son de una fe tierna, infantil… y durante mi adolescencia tuve el privilegio de contar con un Director Espiritual. Posteriormente, como nos puede pasar a muchos casi sin darnos cuenta, los estudios, el trabajo y la vida de la familia me ocupaban al 100%, y tan solo seguí yendo a misa los domingos y fiestas de guardar, y tengo que reconocerlo, limitando mi contacto con Dios a la oración vocal. A veces una oración bien simple, un Padrenuestro y un Avemaría antes de dormir. Soy ingeniero industrial, me considero una persona de “números”, más que “ordenada” diría “muy cuadriculada”, y con una memoria enorme, y resumiría estos años (¡muchos!) como “años de cristiana administrativa”, cumplidora de la formalidad, y poco más.

Hasta hace poco más de un año, en mi vida había como dos compartimentos estancos, “la vida de todos los días” y luego “la religión”. Gracias a los Ejercicios, he podido ser consciente que solo hay un compartimento, solo tenemos una vida, solo somos una única realidad iluminada con la luz del Señor.

Desde pequeña tuve mucho contacto con una comunidad religiosa, y después he seguido cada año yendo a un “Curso de Retiro” normalmente de jueves tarde a domingo, que me servía para frenar y recapacitar, con más o menos fruto en función tanto de la habilidad del sacerdote que “predicaba” las meditaciones como de mi disposición a “escuchar” y aplicarme alguna enseñanza de aquello que oía. Me acostumbré a decir que “hacía Ejercicios Espirituales” por atender a esos retiros, y cuando me llegó la invitación para hacer los Ejercicios Espirituales online, pensé “pues me apunto, ya que no se cuando nos van a permitir hacer un retiro presencial con esto del covid”. No tengo palabras para describir la experiencia de mis primeros Ejercicios, y eso que reconozco que aquellos Ejercicios los hice mal, sin respetar las indicaciones de silencio ni las duraciones recomendadas para las meditaciones personales…

Supongo que la diferencia entre esos cursos de retiro y los Ejercicios podríamos decir que es similar a la que existe entre ver un deporte en la televisión frente a jugar tú mismo el partido. Por muy impactante que sea el juego, lo que ves en la pantalla no te afecta como lo que tú mismo haces y experimentas. No es lo mismo ver una “jugada fantástica” sentado en un sillón, que correr y cansarse siendo uno mismo el protagonista de esa jugada fantástica.

Soy española, como lo fue San Ignacio, que antes de convertirse fue un gentilhombre de reconocido prestigio, un gran estratega. Lo que hizo al abandonar su vida de caballero fue emplear sus habilidades como estratega para una lucha bien diferente: la pelea por la santidad, la batalla contra el demonio.

Yo pensaba que la santidad era un estado beatífico al que llegaban unos pocos, muy calmos y buenos… y no, se trata más bien de una lucha día a día, hora a hora, minuto a minuto, marcha atrás y vuelta marcha adelante, en la que guerreamos todos, y los Ejercicios son precisamente el entrenamiento para esa lucha, para tener éxito en la misma. Muchas veces se dice que saber cuál es el problema es ya la mitad de la solución. Creo que yo no resolvía mi problema, porque ni siquiera lo tenía enunciado… Obviaba el tema de la santidad, rezaba la secuencia de Pentecostés “salva al que busca salvarse” como implorando, pero sin saber muy bien que poner de mi parte para ello.

Para ilustrar un poco esta cuestión comentaré que, en mi familia todos tocamos instrumentos musicales, por lo que de forma habitual cuando nuestros hijos eran pequeños, varias madres de compañeros del colegio me pedían el contacto de un profesor de violín o piano… pero cuando les comentaba, antes de empezar, que para hacerlo correctamente hay que dedicarle todos los días un rato a estudiar el instrumento, en muchas de esas ocasiones me decían “no vayas a creer que quiero que mi hijo sea músico”… y yo les respondía “¡perdona! no se trata de ser o no ser músico .. seguro que tampoco quieres que tu hijo sea un Einstein y se dedique a la física cuántica, pero querrás que tu hijo apruebe física y matemáticas, y mejor si aprueba con algo más que un cinco raspado…y para eso… tendrá que estudiar todos los días lo que le toque”.

Los conocimientos y sobre todo las habilidades no se adquieren por ósmosis… Uno no se acuesta oyendo un audio en ruso y se levanta hablando ruso. Si alguien te “vende” ese método de “aprende ruso sin esfuerzo”, te está engañando.  Todo lleva un entrenamiento y un esfuerzo. Parte del problema es que nos hemos hecho tan cómodos, la vida actual facilita tantísimo las cosas con respecto a cómo vivían en la prehistoria, que creemos que “esfuerzo” y que las cosas cuesten trabajo es una “falta de progreso”, que todo debería ser fácil. 

Pero no es así, las cosas que valen la pena cuestan un esfuerzo. No hay un estudiante que se saque un título sin estudiar. No hay deportista que gane una competición sin hacer esfuerzo diario y entrenar. Un deportista no se levanta y va a jugar su partido sin más: sigue un entrenamiento diario, por etapas, y una vez que tiene sus músculos en forma ahí es cuando sale a jugar y aprovecha cada jugada, precisamente porque está en forma. Los Ejercicios son ese entrenamiento, y los cursos de retiro que yo solía hacer comparten con los Ejercicios una parte, pero es como recibir clases teóricas de un deporte frente a entrenar. No puedes sacar los mismos frutos, porque no estás desarrollando habilidades…se queda en el terreno del concepto, del conocimiento.

En los Ejercicios hay sobre todo PRÁCTICA. Volviendo al símil deportivo: mis hijos sobre todo han jugado al baloncesto, han participado en cursos y campamentos de verano de baloncesto. Lo que distinguía un campamento de otro era precisamente cuantas horas de entrenamiento había. Los Ejercicios son eso: entrenar, entrenar, pelotear y darse cuenta que si lanzo de esta manera la pelota ni siquiera toca el aro, y preguntarse ¿por qué? ¿qué hice mal?  Entonces el entrenador te indica que coloques la muñeca así o asá y vuelves a lanzar y comprobar que ahora sí pudiste encestar correctamente.

Muchas veces, en los entrenamientos que hacemos para adquirir habilidades, parece que buscamos tener una “habilidad ocasional”… eso podría ser suficiente para aprender un idioma, baloncesto, tocar un instrumento… ¿pero para la santidad? ¿teniendo solo una vida para ello? Deberíamos “tirarnos en plancha” a por esta oportunidad que se nos presenta de conocer los Ejercicios y sobre todo de hacerlos.

La verdad es que suelo tomar notas para todo, y al releer lo que apuntaba durante tantos años en cada curso de retiro anual, desde la perspectiva de mi vida hoy, solo puedo pensar ¿y cómo no me enteré entonces de todo lo que Dios me ama?

En mi vida, como en la de todos, ha habido momentos maravillosos y otros que hasta ahora solía calificar de “menos interesantes”, pero siendo sincera… precisamente gracias a esos momentos estoy aquí ahora hablando de los Ejercicios.

Mi primer contacto con las monjas y sacerdotes del Instituto del Verbo Encarnado, una familia religiosa con un carisma super mariano y super ignaciano, fue el 30 de junio de 2019 en el Cerro de los Ángeles, Madrid. Al finalizar la ceremonia de renovación de la Consagración de España al Sagrado Corazón, después de varias horas con un sol de justicia, subimos a los pies del monumento y nos encontramos una multitud de monjas, monjes y sacerdotes con sotana cantando a los pies del monumento al Sagrado Corazón. Tenían una alegría contagiosa. Nos llamaron poderosamente la atención… pero desconocíamos a qué orden pertenecía aquel hábito azul y gris…

Unos meses después nos comunicaron que un Convento, clausurado hace 5 años en Torrelaguna (una localidad a unos 60 km de Madrid), volvería a abrirse con 5 monjas contemplativas que tenían previsto entrar a la clausura a principios del 2020. Una amiga me invitó a un grupo de whatsapp para colaborar en los preparativos para dotar al convento de todo lo necesario antes de que vinieran las Hermanas. Aquellos preparativos se fueron retrasando por el covid, pero gracias a estar en aquel grupo de whatsapp recibí una invitación para hacer Ejercicios Espirituales online… ¡y me apunté!  Eran a mitad de Julio de 2020, de un viernes a la tarde hasta el miércoles por la mañana. 

El inicio fue impactante. La Hna. María del Espíritu Santo exponía con muy pocas palabras y una lógica aplastante las verdades que ya conocía, pero expuestas y argumentadas de la manera que las presenta San Ignacio: me dejó sin palabras. Era tan obvio, tan lógico… Yo creía que me había apuntado a algo similar a aquellos cursos de retiro que solía hacer cada año, pero en plan “virtual”, más cómodos… y me di cuenta que aquello era una experiencia que no había tenido NUNCA antes. Después de cada conexión por zoom teníamos que “ejercitarnos”, meditando sobre la cuestión tratada, con unas indicaciones precisas al respecto de como hacerlo, y hasta como se debía concluir. El sábado a mediodía miraba toda mi vida pasada con otros ojos, el domingo supe que cuando terminaran aquellos Ejercicios nada volvería a ser igual. 

A pesar de las indicaciones recibidas al respecto de buscar el clima de silencio, minimizar otras actividades que no fueran los Ejercicios durante esos días, como no había solicitado días de vacaciones en el trabajo (estaba teletrabajando esos días), y solo dos de las cuatro conexiones del día para las meditaciones quedaban en medio del horario laboral, pensé que podría hacer ambas cosas… El resultado fue un desastre… Madrugué mucho para adelantar trabajo y poder conectarme, … Estaba cansada durante los tiempos en que me conectaba por zoom, y no tuve tiempo para hacer la meditación personal posterior pues tenía que seguir trabajando…

El resumen para mi fue: “esta experiencia me ha encantado, pero me he quedado a medias”, aunque no tuve descanso hasta poder contactar con un sacerdote y hacer mi primera confesión general. ¡Que maravilla!  Es como andar con un montón de peso subiendo las escaleras y que llegue alguien y te coja ese peso.   

Pasaron los meses, y poco a poco fuimos ayudando a la Madre y las Hermanas de Torrelaguna en pequeñas tareas, encargos… y en aquel mismo grupo de whatsapp volví a ver un cartelito de “Ejercicios Espirituales en Adviento”… y me apunté pensando que esta vez lo haría correctamente, solicitando los días de vacaciones en el trabajo, reservando esos días solo para los Ejercicios. Pero el Señor me tenía preparado un regalo más grande aún. La Madre nos ofreció a mi marido y a mí junto con otros 5 participantes el poder hacer los Ejercicios estando en la hospedería del convento.  Las meditaciones deberían ser online ya que se iban a unir desde muchos lugares de España, pero estaríamos en retiro y no tendríamos que distraernos con preparar comidas ni ninguna otra actividad. El P Gustavo era uno de los dos sacerdotes del IVE que predicaba estos Ejercicios. 

Mi sorpresa fue que, a pesar de que ya no había esa “novedad” de la primera vez, al entrar en la dinámica de los Ejercicios, la sacudida espiritual fue incluso mayor. Contemplaba las mismas verdades que conocía, y todo era como si lo entendiera por primera vez. Esos 4 días apenas crucé 4 palabras con los demás ejercitantes (¡incluido mi marido!), y ese clima de silencio hace maravillas. Durante las comidas las hermanas nos ponían unos audios con las consideraciones de San Alfonso María de Ligorio. Todavía recuerdo la impresión que me causaron algunos de esos audios al hablar de la muerte, del número de los pecados… Mi marido y yo salimos renovados de aquella experiencia.

Un nuevo mensaje en aquel grupo de whatsapp ofreció en febrero de 2021 “Ejercicios Espirituales online en la vida ordinaria” para prepararse bien para la Cuaresma. Tengo que decir que mi mejor Cuaresma hasta entonces había sido la de 2020, encerrada con covid en mi habitación… solos el Señor y yo. Y pensé “¿dedicar tan solo una hora al día al Señor? ¡claro! y así me preparo correctamente para Semana Santa”.  No sospechaba el regalo excepcional que tenía el Señor preparado para mi… Hago un inciso aquí para comentar que cuando hacía aquellos cursos de retiro y me presentaban testimonios de conversiones como la de Tatiana Goricheva, me sentía “frustrada” pues pensaba “¡como me gustaría algo así de maravilloso para mi!, pero no es posible puesto que yo YA soy católica”. ¡que equivocada estaba!.  De nuevo, en algunas de las charlas me sentí confusa… yo sabía que me habían hablado de aquel tema en los Ejercicios,.. revisaba mis notas y ahí había apuntado aquello, pero de pronto entendía su significado y lo entendía en mi vida. No solo se ofrecía el material propio de cada Meditación o plática sino también un montón de material extra opcional muy enriquecedor… Y como soy tan cuadriculada, me puse a montar una tabla con los vínculos a los videos, audios, textos… y en un momento dado lo compartí con el Padre Lombardo… El me dio indicaciones para reorganizar el material, me empezó a pedir pequeñas ayudas (localizar algún texto, … pasar a word el texto de de alguna imagen de un libro que me enviaba…), y sin saber muy bien como, hoy me encuentro dedicando la mayor parte de mi día en los apostolados de Voz Católica y sobre todo en la difusión de los Ejercicios.  

Cuando algo te hace un bien TAN GRANDE no puedes quedarte este tesoro escondido, debes compartirlo.  Ojalá puedan hacerlos y recibir los frutos tan grandes de este tesoro, y entonces solo querrán, como me pasa a mi, compartirlos con otros. 

Si San Ignacio pudo ¿por qué yo no?

6 comentarios

  1. Gracias por compartir tan bello testimonio. Que el Espíritu de Dios, en unión con San Ignacio que es uno con Él Imaculado Corazón de Jesús, continúe creciendo en ti trasformando todo tú ser. La Paz este contigo.

  2. Muy bonita reflexión, me identifico grandemente contigo. Soy como tu Ingeniero Industrial aunque mucho mayor que tu. Enamorado de la filosofía u del franciscanismo. Tengo la ficha enorme de pertenecer a la OFS. También estoy casado con 5 hijos. He tomado estos ejercicios ahora por tercera vez, siempre yendo un poco más lejos.

  3. Con todo el amor del mundo, creo que a día de hoy,los ejercicios espirituales (y retiros), no solo de los jesuitas, no están al alcance de todo el mundo, económicamente hablando. Me sorprende que, hablando de los ejercicios espirituales ignacianos, tengan un precio desorbitado (unos ejercicios de 5 días en torno a 200-300 euros). Son dos cosas a criticar: la falta de apego al espíritu de apertura y de pobreza del Evangelio; y la falta de conciencia social sobre mucha gente y si situación económica. No puede ser que una experiencia como esta esté limitada por el dinero. Entiendo que haya que pagar, pero quizás se puede reducir el coste de los ejercicios teniendo unas estancias más humildes, y menos afán por ganar tanto dinero. Debemos hacer que, en la medida de lo posible, Cristo esté cercano a todo el mundo, independientemente de su situación económica, social o cultural. La Iglesia no es un lugar de mercadeo y comercio, sino la presencia viva de Cristo en la tierra, el anuncio del Evangelio y la salvación de las almas. ¿Debería ser posible vivir todo esto solo si tienes dinero? Pues claro que no. Como digo, entiendo que los ejercicios tengan un coste (casa, comida…) pero no creo que tal como para pagar 200-300 euros por 5 días. Hablo de un caso concreto, pero pasa en muchos más, por ejemplo, con Effetá. Hay que ser más humildes. No permitamos que la codicia y avaricia por el dinero nos alejen de Dios. No hagamos de Cristo una cuestión de dinero. ¡Anunciemos el Evangelio por todo el mundo!

    1. Hola Álvaro, muchas gracias por su comentario.
      Más allá de los casos particulares que desconozco, comparto con ud que debemos tratar que los Ejercicios Espirituales -y en general todo lo que tiene que ver con la transmisión de nuestra fe- sea accesible y, mejor aún, gratuito, según aquello del Evangelio: “lo que recibisteis gratis, dadlo gratis”. En Argentina, de donde soy, tenemos dos ejemplos admirables de esto: el Santo Cura Brochero y la Beata “Mama Antula”; ambos organizaron muchas tandas de ejercicios y numerosísimas, gratuitas. Claro está que alguien las pagaba, eran generosos donativos que recibían o iban pidiendo humildemente.
      Aquí en la página por supuesto que se ofrecen gratis; y si ud se entera de alguna persona en el mundo que quiera hacerlos y no tenga recursos, me escribe a [email protected] y con mucho gusto, con el favor del Señor y su Madre, conseguiremos alguien que pueda apadrinar a ese/a ejercitante. Hemos aprendido que nadie puede quedar sin hacer Ejercicios Espirituales por temas económicos, y siempre hemos recibido a todos, y Dios ha proveído generosamente.
      En Cristo y María, P. Gustavo Lombardo, IVE

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