Oración
¡Oh Divino infante
Ven para enseñarnos
La prudencia que hace
Verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
LECTURA
Vamos a seguir a San José y la Virgen en su viaje…. Desde luego, vemos que ya en sí el viaje era pesado… probabilísimamente hicieron este viaje a pie, como suele hacerlo la gente pobre; quizá, como algunos piensan, llevaran alguna asnilla. Habían de pasar las noches en las posadas inmundas que se encuentran en esos caminos hacinados entre pobres y caminantes; todo con las molestias consiguientes. Si miramos este viaje no puramente en el exterior, sino entrando en el interior de los santos viajeros, veremos, en primer término, a la Santísima Virgen, íntimamente unida con Nuestro Señor, y San José, considerando humildemente a la Virgen, como una especie de custodia santa en que va su Dios; piensen en que, si comunicaciones divinas mucho menores que éstas son bastantes para recoger al alma y traerla así ocupada aun en medio de las ocupaciones exteriores, ¡qué recogimiento envolvería a la Santísima Virgen, cómo recogería y concentraría todo su ser para vivir con su Jesús! Y San José, escogido para custodio de este misterio, ¡cómo conduciría aquella arca santa, aquella custodia donde iba su Dios! ¡Cuán unidas con Jesucristo iban aquellas dos almas santísimas! Y así, la algazara de las posadas, los incidentes del camino, las dificultades y molestias de la estación, las necesidades que consigo trae la pobreza, todo para ellos caía por fuera; estaban en Dios, como nuestra alma puede estarlo en medio de las ocupaciones ordinarias. De esta manera, sin dejar de sentir en su viaje las consecuencias de la pobreza, todo iba santificado y sazonado con el amor, no significando toda la serie de sacrificios, pequeños comparados con los que habían de venir después, sino motivos de gozo y pruebas de amor, que ya, en unión con Jesús, ofrecían al Padre; en efecto, a medida que avanzaban fatigosamente en su camino, iban a la par creciendo en amor; su viaje, más que a Belén, era a Dios; los pasos de los santos son un continuo irse acercando a Dios. Acerca de este viaje debemos pensar que, aunque oculto el divino misterio, por dondequiera que pasaban los santos viajeros difundían algo de Dios, dejaban la huella, el perfume de Dios.
P. Alfonso Torres
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo