Oración
¡Ven hermoso Niño!
¡Ven Dios humanado!
Luce, hermosa estrella,
Brota flor del campo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
LECTURA
Llegaron la Virgen Santísima y San José cuando ya la posada estaba repleta; eran muchos los que acudían a causa del empadronamiento; quizá alguno sin ser de la casa de David, sólo por vanidad, y otros por obligación, como San José y la Virgen; y, como eran pobres, se vieron rechazados. Si se hubiese tratado de un potentado, el mesonero habría tenido inconveniente en arrojar a todos fuera; pero, como se trataba de dos pobrecitos, su pobreza hizo que los rechazara sin más. Viendo que no había sitio, los santos esposos salieron de la ciudad, y en las afueras, en la parte oriental, encontraron una cueva, de las infinitas que por aquellas regiones hay; en el mismo Nazaret hay cuevas; en la casa del «taller de San José» también la hay. Esta que encontraron, por estar cerca de la ciudad, metían en ella animales, pues el evangelio dice que había allí un pesebre. Salieron, como decíamos, de la ciudad hacia el este, y, encontrando una cueva, como verdaderos mendigos, se refugiaron en ella, y ¡allí… nació el Hijo de Dios!… Y esta obra de humillación inmensa para Jesús no es obra de un incrédulo, no es humillación impuesta por un hombre; es ¡obra del amor de un Dios, que buscó y eligió para sí aquella humillación, aquella horrenda profanación! ¡El amor le ha puesto allí! Las gentes siguen en sus diversiones y pecados, e ignoran que entre ellos tienen ya al Mesías; Belén, ignorante y ciego, no ve que tiene a sus puertas al mismo Hijo de Dios… Es ordenación divina, y así Jesús nace en el silencio de la noche, ignorado de los hombres, pobre, humillado, sacrificado, en un establo, entre animales… El Padre lo ha querido…, el Hijo lo ha aceptado; su amor le hace llegar hasta esos excesos… Si no nos lo contara el evangelio, nosotros no lo hubiéramos podido ni imaginar, pareciéndonos una especie de sacrilegio.
P. Alfonso Torres
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo