Oración
Dulce Jesús Mío
Mi niño adorado.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
LECTURA
Reflejo perfecto de la unión que hay entre la humanidad y la divinidad del Redentor, es la que hay entre la Virgen Santísima y el Verbo humanado. Ella es, ciertamente, el sagrario en que viene a encerrarse Dios hecho hombre. Como a veces suelen decir los Santos Padres, es la flor en cuyo cáliz se posó la abeja divina, que es Jesucristo; pero es un sagrario viviente y es una flor no marchita, sino que envuelve a la abeja divina con los aromas que exhala. Ella recibe la vida del Verbo humanado, que se le comunica con una abundancia no igualada jamás por ninguna criatura, ni en los cielos, ni en la tierra… Desde el primer momento de su existencia, la Santísima Virgen tuvo unión tan íntima con Dios, pues El habitó en ella en plenitud de gracia, esa unión se hizo todavía más íntima y más perfecta en el momento en que empezó a vivir en su seno el Redentor del mundo, pues, unida al Verbo encarnado, se fue transformando cada vez más en Él su alma purísima. Si San Pablo, al considerar su propia vida transformada en Cristo por divina gracia, escribía aquellas sublimes palabras: Vivo, mas no yo, sino Cristo vive en mí (Gal. 2, 20), cuánto más podría repetirlas la Santísima Virgen al concebir al Hijo de Dios. Los Santos Padres, hablando de este misterio, dicen que la Virgen Santísima concibió a su Hijo antes con la mente que con el cuerpo. Con esta fórmula expresan la misma verdad que nosotros estamos recordando. Nuestra unión con Dios no ha de ser una simple imaginación, ni una ilusión, si ha de ser real y verdadera, hemos de imitar esta unión de la Virgen Santísima con el Verbo hecho hombre y aquella otra unión de la humanidad santísima de Jesucristo con la divinidad.
P. Alfonso Torres
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Excelente todo lo que publican
Infinitamente agradecida! Dios los bendiga!