En reiteradas oportunidades familiares y amigos me invitaban a realizar los ejercicios espirituales ignacianos. Yo había tenido experiencias de pocos días en los colegios y en mi juventud, pero por falta de tiempo, por razones laborales, familiares, económicas, dejaba pasar los años y me arrepentía de no hacerlos. El año 2013 traía abundantes gracias: un Santo Padre argentino que nos pedía “hacer lío”, la ansiada jubilación después de 40 años de docencia, la posibilidad que mi otra hija asista a otra JMJ, la aceptación del llamado a la vida religiosa de una de mis ahijadas, la creación de un grupo de amigas en la fe con el propósito de unirnos en oración por quienes lo necesitan… y lo más importante, la firme voluntad de encontrarme de una manera distinta con el Señor. Conocí la página de facebook por intermedio del IVE y en noviembre comencé a realizarlos con la modalidad de los 30 días, eligiendo al Padre Gustavo Lombardo como predicador. En la primera semana no tuve problemas, simultáneamente leía y escuchaba el audio. En la segunda semana tuve que volver a leer o escuchar algunas pláticas dos días seguidos para entenderlas mejor, para que no decaigan mis ganas y mi atención empecé a tomar notas personales y armé una gran carpeta con lo que llegaba con más fuerza a mi alma. Esperaba con ansiedad el horario elegido para realizar el ejercicio, escuchaba el audio como si el sacerdote estuviera cerca mío cada día, relacionaba sus comentarios con momentos de mi vida y especialmente sentía la compañía cercana de la Santísima Virgen al rezar. Fue con Ella con la que más me identifiqué en las semanas restantes, pude ver, oír, oler, tocar y gustar su Sí permanente a Dios. Así me organicé para que coincida la última plática en la Nochebuena y a las 12 de la noche en la Santa Misa de Navidad le supliqué al Niño de Belén como una “esclavita indigna”, que pueda aceptar su voluntad aún en los momentos más difíciles y poner en práctica lo trabajado. Mientras realizaba los ejercicios espirituales experimenté una necesidad de darlos a conocer, enseguida el efecto evangelizador se expandió y como instrumento del Señor pude sumar a varias amigas. Ojalá sean muchos los que se decidan a realizarlos, los recomiendo fervientemente y los volveré a hacer mientras viva. Agradezco al equipo este valioso apostolado para salvar almas y el exhaustivo seguimiento de cada ejercitante. Que el Señor los colme de bendiciones y los frutos sean para mayor gloria de Dios. Siempre agradecida y unida en oración. Amelia M. de Rocchi